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sábado, 23 de julio de 2011

Educación en Chile

La lección de geografía del pintor chileno Alfredo Valenzuela Puelma.
La educación en Chile se distingue en niveles parvulario, básico, secundario y superior. En Chile la educación está regida por la Ley General de Educación de 2009.
El sistema educacional en sus niveles parvulario, básico y medio y los centros de formación técnica de la educación superior, están regulados y vigilados por el Ministerio de Educación. El Consejo Superior de Educación (CSE) tiene como principales funciones pronunciarse sobre la solicitud de reconocimiento oficial de las universidades e institutos profesionales, verificar su desarrollo, establecer sistemas de examen selectiva y acreditación, recomendar sanciones y realizar estudios sobre la educación superior.
El derecho a la educación y a la libertad de enseñanza están resguardados en la Constitución Política de la República, sin embargo, para tener reconocimiento legal los establecimientos particulares, deben cumplir con los Objetivos Fundamentales y Contenidos Mínimos Obligatorios (OF-CMO) prescritos por el artículos 15 a 20 de la LOCE. Dichos requisitos y normas son establecidas por el Ministerio de Educación previo informe del CSE.

Nivel Parvulario o Preescolar
Parvularia junto a sus alumnos.
La educación parvularia o preescolar, atiende la población de niños y niñas entre los 85 días hasta los 6 años, y no es obligatoria.
La Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI,1970) es el servicio público, dependiente del Ministerio de Educación, encargado de crear planificar, coordinar, promover, estimular y supervigilar la organización y funcionamiento de los jardines infantiles.
La atención preescolar se realiza a través de las salas cunas y jardines infantiles de administración municipal, particular subvencionada, particular, JUNJI o la Fundación Nacional de Atención al Menor (Fundación INTEGRA, 1990). La educación parvularia está dividida en los siguientes niveles:
  • Sala Cuna: 85 días hasta 2 años
  • Medio: desde 2 hasta 4 años. Se divide en Nivel Medio Menor y Nivel Medio Mayor.
  • Transición: desde 4 hasta 6 años. Se divide en Primer Nivel de Transición (Pre-kinder, 4 a 5 años) y Segundo Nivel de Transición (Kinder 5 a 6 años)[1]

Nivel básico

Estudiantes del nivel básico.
La Enseñanza Básica desde la reforma de 1965, corresponde al ciclo inicial de estudios escolares. En 1920 la legislación chilena había establecido la obligatoriedad de cursar 4 años de escolaridad mínima. En 1929 este mínimo es aumentado a 6 años. Finalmente, en 1965 se establece la obligatoriedad del nivel básico, cuya duración actual es de 8 años divididos en 2 ciclos y 8 grados (de 6 a 13 años de edad ideal).
  • EGB ciclo I: 1°, 2°, 3° y 4 año o grado de escolarización
  • EGB ciclo II: 5°, 6°, 7° y 8° año o grado de escolarización
Los ciclos de EGB se subdividen en Niveles Básicos (N.B.). Éstos son:
  • N.B.1: 1º y 2º Básico
  • N.B.2: 3º y 4º Básico
  • N.B.3: 5º Básico
  • N.B.4: 6º Básico
  • N.B.5: 7º Básico
  • N.B.6: 8º Básico

 Nivel Secundario

Alumnos del 3º Año Medio Instituto Nacional con el tradicional uniforme escolar chileno.
La Enseñanza Media dividida en Enseñanza Media Científico-Humanista (EMCH), Técnico-Profesional (EMTP), y Artística (desde 2006[2] ), con una duración de 4 años.
La Enseñanza Media se organiza como sigue:
  • EMCH 1º a 4º grados
  • EMTP 1º y 2º grados (mismo programa educacional que EMCH)
  • EMTP 3º y 4º grados programas diferenciados según especialidad.
Los liceos o colegios que imparten especialidades técnico-profesionales otorgan Títulos de Técnico de Nivel Medio y se les denomina:
  • Liceos Agrícolas: otorgando títulos de Técnico de Nivel Medio en las actividades propias de la agricultura.
  • Liceos Comerciales: administración, contabilidad y secretariado dominan estos liceos.
  • Liceos Industriales: electricidad, mecánica, electrónica, informática, entre otras.
  • Liceos Técnicos: vestuario (corte, confección y/o modas), cocina, enfermería, parvulario y otros.
  • Liceos Polivalentes: son los que tienen carreras de dos o tres de los liceos antes mencionados.
Así como el Industrial es dominado por hombres y el Comercial es mixto, el Técnico es prácticamente exclusivo de mujeres.
Con la Reforma Educacional de 1999, la Educación Media Técnico Profesional queda compuesta por áreas del Sector productivo (Administración y Comercio, Servicios, etc).
Antiguamente, la obligatoriedad escolar abarcaba solo el Ciclo Básico (EGB) de 8 años. Pero, a partir del 7 de mayo del 2003, una reforma constitucional, bajo el gobierno del presidente Ricardo Lagos, estableció la Educación Secundaria gratuita y obligatoria para todos los chilenos hasta los 18 años de edad, entregando al Estado la responsabilidad de garantizar el acceso a ella. Esto garantiza doce años de obligatoriedad escolar, hito sin precedentes en Latinoamérica.[cita requerida]
También se distinguen modalidades especiales de la educación básica y media como la educación de adultos y la especial (educación diferencial).
La cobertura del sistema educacional chileno es prácticamente universal, como ocurre en países desarrollados, teniendo índices de matrícula que representan esa realidad. La matrícula en Educación Básica (EGB) alcanza al 99,7% de los niños entre 6 y 14 años. En el caso de la Educación Secundaria la cobertura de la matrícula es de 87,7%, de los adolescentes entre 15 y 18 años.[cita requerida]

[editar] Reforma educacional

Con la entrada en vigencia de la nueva Ley General de Educación, que reemplaza a la LOCE, se contempla una renovada estructura curricular, que acorta la enseñanza básica a seis años, y alarga la media en dos. El cambio se efectuaría a contar de 2017. También se reemplaza el Consejo Superior de Educación por el Consejo Nacional de Educación. Adicionalmente, la Ley de Aseguramiento de la Calidad de la Educación de 2011[3] separa funciones del ministerio en tres organismos, para lo cual crea dos nuevas instituciones reguladoras, la Superintendencia de Educación y la Agencia de Calidad de la Educación.

Educación Superior

Frontis de la casa central de la Universidad de Chile, la primera universidad chilena fundada en la época republicana.
En la educación superior de Chile se distinguen tres tipos de establecimientos, creados por la reforma de la educación superior 1981, en los últimos tiempos se agregó un cuarto. En ellos pueden optar todos los egresados de la educación media:
  • (CFT) Centros de Formación Técnica , tienen un duración de 2 años y sólo pueden otorgar el título de Técnico de Nivel Superior;
  • (IP) Institutos Profesionales , pueden otorgar títulos Técnicos de Nivel Superior y Títulos Profesionales en aquellas carreras que no requieran el grado académico de Licenciado.
  • (U) Universidades que pueden otorgar todos los Títulos Profesionales y los Grados Académicos de Licenciatura, Magíster y Doctor en su especialidad.
  • Instituciones de educación superior de las FF.AA. estas últimas, incorporadas recientemente, pueden entregar a través de sus instituciones educativas títulos y grados académicos, siendo parte de las instituciones de educación superior.
Quienes ingresan a la educación superior universitaria pueden optar entre: universidades tradicionales o privadas, que reciben aportes del Estado y se autofinancian, son 25 instituciones tradicionales agrupadas en el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas e incluye a las principales instituciones de educación superior del país. El ingreso a ellas es a través de un sistema de selección a nivel nacional llevado a cabo mediante la Prueba de Selección Universitaria (PSU). También hay universidades privadas. Dependiendo de la intitución del estudiante, éste puede optar a diferentes becas o préstamos con condiciones muy diferentes entre sí. Esto h provocado críticas al sistema y quejas por parte de estudiantes y egresados[4] . en el caso de los estudiantes de universidades del Consejo de Rectores, éstos pueden postular al Fondo Solidario de Crédito Universitario.
Desde 2004 se inició un proceso de acreditación de la calidad de la educación superior mediante la Comisión Nacional de Acreditación de Pregrado (CNAP). Por la Ley N° 20.129 de 2006[5] se establece un sistema nacional de aseguramiento de la calidad de la educación superior (CFT, IP y universidades) a cargo de la Comisión Nacional de Acreditación (CNA-Chile). Sus principales objetivos son la acreditación institucional y acreditación de carreras y programas de la educación superior.

Rankings internacionales

En el índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (Educación), Chile (0.757) esta en el puesto número 2 en Latinoamérica, los países con mejores indices compuestos de Educación (Alfabetización, gasto en educación, tasa bruta de matriculación, usuarios de internet por cada 100 personas, años de educación promedio, años esperados de instrucción) en América Latina son Argentina (0.764), y Uruguay (0.731).[6]
En el Informe PISA del año 2009, los estudiantes chilenos lograron el puntaje promedio más alto de los países latinos, posicionándose en el primer puesto de la región y en el lugar 44 de 65 países que participaron de la medición. En la prueba de ciencias, con 447 puntos alcanzaron el puntaje más alto de Latinoamérica. En lectura también alcanzaron el puntaje más alto de Latinoamérica con 449 puntos, consiguiendo el mayor avance en esta área de todos los países participantes del ranking. En matemáticas obtuvieron el segundo mejor puntaje de Latinoamérica con 421 puntos, siendo sólo sobrepasado por Uruguay con 427 puntos.[7] . La Prueba Pisa mide a los 34 países pertenecientes a la OCDE considerados los países más avanzados y desarrollados del planeta, siendo apodado como el club de los países ricos, en América Latina solo Chile y México son miembros permanentes, pero en el Informe PISA del año 2009 participaron 6 países de América Latina no pertenecientes a la Organización, estos fueron (Según la posición que obtuvieron sus alumnos en la prueba): Uruguay en el puesto 47, Colombia en el puesto 52, Brasil en el puesto 53, Argentina en el puesto 58, Panamá en el puesto 62 y Perú en el puesto 63[8] .
En el ámbito universitario y basándose en la clasificación internacional elaborada por la Universidad Jiao Tong de Shanghái en China, la Universidad de Chile -con un total de 60,2 puntos- y la Pontificia Universidad Católica de Chile -con un total de 58,1 puntos- están entre las mejores 500 del mundo.[9]
En el año 2011 el prestigioso ranking QS World University destaco a la facultad de Derecho de Pontificia Universidad Católica de Chile como la mejor de Latinoamérica y entre las 100 mejores facultades de Derecho del Mundo, mientras que sitúa a la Pontificia Universidad Católica de Chile dentro de las 200 instituciones de excelencia para estudiar estadística. [10] .
La Pontificia Universidad Católica de Chile está situada entre las siete mejores universidades de América Latina en el ámbito de las Ciencias Sociales. Comparte esta distinción con la Universidad Nacional Autónoma de México y las brasileñas de Sao Paulo, Federal de Río de Janeiro, Getulio Vargas, Estadual de Campinas y Católica de Río de Janeiro. [11] .




El educar hoy, es una tarea difícil

Se observa incertidumbre, dudas y una gran confusión.

Ocurre que hasta hace unos años atrás, antes de la llegada de la televisión, el modelo que los niños miraban eran sus padres.
El diálogo, de gran importancia hoy, no era lo determinante.
Así como era el padre, así sería el hijo.

Una mirada del padre o de la madre bastaba para frenar una actitud fuera de norma.
La entrada al hogar de lo que venía de afuera era más difícil.
De aquella rigidez se pasó a la liberalidad de hoy.

Pegar una cachetada podía ser un trauma.
Negar permisos era coartar vaya uno a saber que.
En muchos hogares se dejaron llevar por la  libertad total.
Se decía que era una forma de facilitar el desarrollo de la personalidad.
Se podía hacer cualquier cosa o hablar sobre cualquier tema.
Nada de rigideces.

Los padres comenzaron a sentir en carne propia el peso de los medios de comunicación, los cuales trajeron dentro del hogar otros “modelos” que desalojaron en gran medida al padre en el  modelo a imitar.

Deportistas, artistas de cine o de la televisión, cantantes de rock o de otras melodías, cambiaron las costumbres de millones de jóvenes de todo el mundo.

Tuvieron que pasar dos décadas para empezar a darse cuenta que esta nueva experiencia no era buena.
Producía chicos débiles, faltos de convicciones, proclives a la droga u otros escapismos, con poco aprecio del ámbito familiar y nulo diálogo con sus padres, rebeldes con causa o sin ella, poco aptos para asumir responsabilidades importantes.

Es imposible dar una receta fija a la hora de educar, porque las personas son distintas, únicas e irrepetibles; que cada caso es cada caso, y lo que puede ser adecuado para un chico no lo es para otro.

Quizás deberíamos empezar por preguntarnos, ¿qué es educar en definitiva?
Educar es enseñar a sacar lo mejor que hay dentro de cada persona, es enseñar a pensar y ver lo bueno que hay en el ser humano, y eso se traduce en desarrollar sus virtudes humanas principalmente.

Educar también es saber desenvolverse correctamente en la mesa, no meterse los dedos en la nariz y que no diga malas palabras, que sepa respetar al otro, asumiendo que sus derechos comienzan donde terminan los derechos de los otros.

Educar es todo esto y mucho más.

Muchos padres quieren saber como pueden lograr que su hija sea más generosa, laboriosa, alegre, solidaria, etc.....pero.....no saben como hacerlo.

Lo peor es pensar que las virtudes no se educan.
Que uno las tiene o no las tiene.
Que ya uno las trae consigo, y que uno es como es, y seguirá así.

Eso no es así; las virtudes son hábitos buenos que se van incorporando a la persona a lo largo de su vida. Y esos hábitos se obtienen por repetición de actos, actos que para un padre que sea buen educador tiene que empezar por practicarlos él.

Si no es así , no pretendamos que nuestros niños hagan y sean distintos que lo que ven hacer a sus padres.
El mejor padre educador es el que vive lo que dice.

Si vivo hábitos buenos, transmitiré virtudes; si vivo hábitos malos, produciré vicios, en mí y en mis hijos.

La educación de los hijos consiste en provocar en ellos la realización de actos buenos orientados a aquellas virtudes que tienen menos desarrolladas o que les cuesta más, para que se conviertan en hábitos de conducta a medida que las van practicando.

El ser generoso es enseñarles a prestar los juguetes desde chicos y así de grandes tendrán el hábito de compartir no solamente cosas, sino también ideas, actitudes y tiempo.
Para ser generoso hay que hacer nacer el hábito desde temprana edad.

Todas nuestras acciones educativas deben estar inmersas en el ingrediente fundamental con el cual todo es posible: el amor.
Hacemos todo esto porque queremos a nuestros hijos y, por lo tanto, debemos procurar su bien.
Ese amor es el que lleva a decir muchas veces los “nos” a deseos o caprichos innecesarios o inoportunos.

Si se propone a los jóvenes un modelo de vida como el de nuestros padres o abuelos, basado en la estabilidad de pareja, la formación de la familia, la fidelidad o el sacrificio, estallan en carcajadas, porque, aunque les pueda parecer bonito, lo consideran irrealizable.
No es que sea más irrealizable ahora que para nuestros padres o abuelos;
Es que antes no se había metido en casa estas posturas  que ahora las tenemos instaladas en nuestro living. Lo cual nos obliga más profundamente en el testimonio de vida.
Qué vean en sus padres lo que les es difícil ver en la vereda de enfrente.

 Antaño, a la juventud le atraían los ideales que constituían un desafío: el código caballeresco o la ambición revolucionaria son sólo una muestra de lo que ha sido universal. No importaba el obstáculo si el objeto lo merecía. Hoy sólo resulta atractivo lo que carece de dificultades, aunque no sea lo mejor, ni siquiera lo bueno, incluso aunque sea pernicioso a medio o largo plazo. No se aspira a lo mejor, sino a lo más fácil, y eso hace que el futuro se angoste, suprimiendo posibles trayectorias, escatimando esfuerzos, reservando ímpetus para así paladear en exclusiva el presente, sin nada que dejar a quienes vengan detrás.

Hay que asumir que si estamos dispuestos a educar en serio, tendremos que estar dispuestos a no cansarse de pasar malos ratos.
A ningún padre le hace gracia el llanto de una hija o que el hijo sienta que es incomprendido. Pero a veces, porque tenemos una visión más lejana de la vida, no hay más remedio que hacerlo

No recuerdo en mi infancia haber escuchado la palabra sexo. La realidad de hoy es bien distinta. Debemos también educar en este tema.
Al fin y al cabo, en el tema de la educación de la sexualidad, como sucede cuando se aprende a leer, escribir, o incluso comer, se necesita un cierto entrenamiento gradual e integral.

 Si no educamos nuestras emociones y sentimientos, nuestros deseos y apetencias. Si no educamos nuestra capacidad de amar, nuestro carácter, nuestras miradas o gestos, en una relación de libertad, respeto, autodominio y entrega, estaremos reduciendo nuestro cuerpo y el de los demás, la grandeza de la sexualidad, y nuestra capacidad de amar, a un mero trámite en el que los instintos gobiernan nuestro corazón, en lugar de ser al contrario.

E incluso, confundiremos conceptos tan necesarios en el tema que nos ocupa como son la atracción, el enamoramiento y el amor.
Tres etapas que todo ser humano deberá vivir.
¡Qué bueno que alguien se las haya enseñado!  Son tantos que se quedan en el enamoramiento!!

Educamos para que, habiendo incorporado las virtudes humanas, sean capaces de desarrollar su personalidad a fondo.
Porque simplemente los queremos felices.

El problema es que en esta labor los resultados se ven con el tiempo y no hay que cansarse de intentarlo una y otra vez, insistir y empezar de nuevo si fuere necesario.

El ingrediente fundamental es que todo aquello que pretendemos en nuestros hijos debemos luchar para adquirirlo primero nosotros.
Es poco probable que un padre logre inculcar el orden en sus hijos, si él es un desordenado,
La educación entra más por lo ojos que por los oídos.
Si en nuestra vida personal somos unos vagos, vamos a trabajar con cara amargada y decimos insistentemente que no nos gusta lo que hacemos, no pretendamos transmitir el valor del trabajo.

Solo educaremos de verdad si procuramos que nuestros hijos se formen en las virtudes humanas.
Es un trabajo de paciencia, de dedicarle tiempo, difícil, pero posible.
Si este esfuerzo lo realizamos con mucho amor y mostrándoles con nuestro ejemplo, que nos esforzamos por ser mejores, con el tiempo veremos a nuestros hijos: fuertes, maduros, felices y sobre todo sin miedo a la vida. 
¿Se puede pedir más en este mundo qué enfrentar  la vida sin miedo a vivirla?

La vida a  través de los testimonios de los que ya vivieron, nos enseña cómo  necesitamos obrar y también nos muestra cómo nos urge no obrar. He ahí su grandeza.
Tomemos de ellos lo que les servirá a nuestros hijos para que su vida futura esté llena de la grandeza de los que ya vivieron.